EXTRACTO DEL DISCURSO PRONUNCIADO POR EL
COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA
PLAZA AEREA DEL SILENCIO, EN CARACAS, VENEZUELA, EL 23 DE ENERO DE 1959.
Si pudiera con alguna
frase expresar la emoción que he experimentado en el día de hoy, lo diría todo
afirmando que he sentido una emoción mayor al entrar en Caracas que la que
experimenté al entrar en La Habana.
De algún modo era, en
cierto sentido, natural que el pueblo cubano quisiese dar al Ejército Rebelde
las pruebas de cariño que nos dio. Por el pueblo de Cuba habíamos estado
luchando durante siete años; de nosotros esperaba el pueblo de Cuba la
liberación, de nosotros esperaba el pueblo de Cuba su libertad y, al fin,
cuando tras largos años de sacrificio por parte del pueblo y por parte nuestra,
que no fuimos más que sus conductores en esa lucha, cuando vimos coronada con
la victoria aquella lucha, era lógico que los cubanos abriesen sus brazos para
recibirnos. Sin embargo, de Venezuela solo hemos recibido favores. De nosotros
nada han recibido los venezolanos y, en cambio, nos alentaron durante la lucha
con su simpatía y con su cariño; hicieron llegar el bolívar hasta la Sierra
Maestra, divulgaron por toda la América las trasmisiones de Radio Rebelde, nos
abrieron las páginas de sus periódicos y algunas cosas más recibimos de
Venezuela. Y después de haberlo recibido todo, después de haber estado
recibiendo favores de este pueblo en nuestra lucha por la libertad, al llegar a
Venezuela nos encontramos con que nos reciben con el mismo cariño con que nos
recibieron los cubanos.
No podía haber sido
más puro este homenaje, no podía haber sido más noble este gesto, ni podía
tampoco, hermanos de Venezuela, haber recibido de este pueblo noble y heroico
un favor más grande que el que ha recibido el pueblo de Cuba del pueblo de
Venezuela esta noche.
¿Por qué vine a
Venezuela? Vine a Venezuela, en primer lugar, por un sentimiento de gratitud;
en segundo lugar, por un deber elemental de reciprocidad para todas las
instituciones que tan generosamente me invitaron a participar de la alegría de
Venezuela este día glorioso del 23 de enero, pero también por otra razón:
porque el pueblo de Cuba necesita la ayuda del pueblo de Venezuela, porque el
pueblo de Cuba, en este minuto difícil, aunque glorioso de su historia,
necesita el respaldo moral del pueblo de Venezuela. Porque nuestra patria está
sufriendo hoy la campaña más criminal, canallesca y cobarde que se ha lanzado
contra pueblo alguno, porque los eternos enemigos de los pueblos de América,
los eternos enemigos de nuestras libertades, los eternos enemigos de nuestra
independencia política y económica, los eternos aliados de las dictaduras, no
se resignan tranquilamente a presenciar la formidable y extraordinaria victoria
del pueblo de Cuba que, sin más ayuda que la simpatía y la solidaridad de los
pueblos hermanos del continente, sin más armas que las que supo arrebatar al enemigo
en cada combate, libró durante dos años una guerra cruenta contra un ejército
numeroso, bien armado, que contaba con tanques, con cañones, con aviones y con
armas de todo tipo, armas modernas, las que se decía que eran invencibles, y
nuestro pueblo, que estaba desarmado, que no tenía tanques, ni cañones, ni
bombas de 500 libras, ni aviones, que no tenía entrenamiento militar, un pueblo
inerme, sin entrenamiento, sin prácticas de guerra, pudo derrocar, en dos años
de lucha frontal, a las fuerzas armadas de una dictadura que contaba con 60.000
hombres sobre las armas.
No me corresponde a
mí hacer análisis sobre el proceso y sobre la historia de Venezuela, no; pero
basta con analizar las cosas de nuestra patria, porque a fin de cuentas lo que
ocurre en Cuba es lo mismo que ocurre aquí y lo que ocurre en todos los pueblos
de América. Por algo nos sentimos tan identificados, por algo nos duelen las
mismas cosas, por algo sentimos las mismas ansias ustedes los venezolanos y
nosotros los cubanos.
No me corresponde a
mí hacer análisis sobre el proceso y sobre la historia de Venezuela, no; pero
basta con analizar las cosas de nuestra patria, porque a fin de cuentas lo que
ocurre en Cuba es lo mismo que ocurre aquí y lo que ocurre en todos los pueblos
de América. Por algo nos sentimos tan identificados, por algo nos duelen las
mismas cosas, por algo sentimos las mismas ansias ustedes los venezolanos y
nosotros los cubanos.
Fue en la época en
que los ejércitos de Napoleón invadieron a España. Mientras España se debatía
en luchas intestinas, todas las colonias se sublevaron. No es que hayan dejado
de ser colonias, pero la verdad es que aquella vez se sublevaron contra la
metrópoli española. Se levantaron las colonias contra la metrópoli y lucharon
heroicamente pero en un territorio inmenso, un puñado de pueblos valerosos,
guiados por aquel conductor extraordinario que fue Simón Bolívar, lograron su
independencia política en las primeras décadas del siglo pasado.
Recordarán también
que Bolívar no se olvidó de Cuba, recordarán también que entre sus planes
estaba aquel que nunca llegó a realizarse —porque no pudo realizarlo, pero que
no la dejó en el olvido— de libertar también a la isla de Cuba. No pudo El
Libertador unir aquella isla al racimo de pueblos que libertara, y nuestra isla
permaneció casi un siglo más bajo el yugo de la opresión y de la colonización. A los venezolanos no
tengo que hablarles de eso, por supuesto; saben de sobra, porque somos los
venezolanos y los cubanos hermanos gemelos en la desgracia y en el dolor.
Esa es la realidad,
hermanos de Venezuela. Y les puedo hablar así porque sé que me entienden,
porque sé que entienden a nuestro pueblo, porque les estoy hablando en el
lenguaje que solo pueden entender los pueblos cuando han sufrido como han
sufrido nuestros pueblos.
Los que no han tenido
que soportar a los Pérez Jiménez y a los Batista, los que no han tenido que
soportar a los Ventura y a los Estrada, los que no han tenido que soportar a
estas pandillas de asesinos no pueden tener siquiera la menor idea de lo que es
el terror, de lo que es el sufrimiento que han padecido estos pueblos.
Por eso, hermanos de
Venezuela, este recibimiento que se le tributa no a un hombre, sino a un
pueblo, no a un mérito, sino a una idea, este homenaje desinteresado a quienes
no han hecho sino recibir favores de ustedes, este homenaje que se le rinde a
una idea justa, a una causa justa, a un pueblo hermano, este homenaje es el
favor más emotivo y el favor más grande que en ninguna circunstancia pueda
haber recibido nuestro pueblo. Porque el hecho de que al venir a Venezuela un
representativo de la Revolución Cubana no le tiren tomates ni huevos podridos,
sino que lo aclamen y lo aplaudan centenares de miles de venezolanos, demuestra
de qué lado está el sentimiento de los pueblos de América, demuestra que los
pueblos de América están demasiado despiertos, que los pueblos de América no
tragaron la mentira.
Y cuando yo llegué
aquí a Venezuela, he tenido el orgullo y la satisfacción, y el motivo mayor de
admiración hacia este pueblo, al ver que lejos de haber creído en la infamia
este pueblo que ha sufrido, este pueblo que está sufriendo por la misma herida,
me haya dicho unánimemente, no con una palabra, sino con un gesto ¡que se
castigue a los asesinos!
Vengo, en nombre del
pueblo que hoy les pide ayuda y solidaridad, a decirles a los venezolanos que
también pueden contar con nuestra ayuda y nuestra solidaridad incondicional y
de cualquier forma cuando la necesiten.
Y en este acto
solemne, ante estos cientos de miles de rostros generosos que nos han alentado
con su cariño y su simpatía, ante estos hermanos de Venezuela, que son mis
hermanos, que son para mí como si fuesen cubanos, porque aquí me he sentido
como en Cuba, les digo que si alguna vez Venezuela se volviese a ver bajo la
bota de un tirano, cuenten con los cubanos, cuenten con los combatientes de la
Sierra Maestra, cuenten con nuestros hombres y con nuestras armas; que aquí en
Venezuela hay muchas más montañas que en Cuba, que aquí en Venezuela hay
cordilleras tres veces más altas que la Sierra Maestra, que aquí en Venezuela
hay igualmente un pueblo enardecido, un pueblo digno y un pueblo heroico como
en Cuba, que nosotros, que hemos visto de lo que son capaces los cubanos, nos
atrevemos a decir de lo que serían capaces los venezolanos.
Cuando venía hoy en
el avión, en ese avión que tan generosamente me envió el pueblo de Venezuela
para transportarme hasta esta tierra querida, cuando venía en el avión y veía
la topografía de Venezuela, veía sus bosques y sus montañas imponentes, le
decía a uno de los pilotos del avión: "Esas montañas son la garantía de
que ustedes jamás volverán a perder la libertad."
A este pueblo que nos
brinda aliento y apoyo moral, solo podemos brindarle también aliento y apoyo
moral, y podemos brindarle fe, podemos brindarle confianza en su destino. Que
ojalá que el destino de Venezuela y el destino de Cuba y el destino de todos
los pueblos de América sea un solo destino, ¡porque basta ya de levantarle
estatuas a Simón Bolívar con olvido de sus ideas, lo que hay que hacer es
cumplir con las ideas de Bolívar!
Desde que vengo a
Venezuela —y no sé distinguir a un venezolano de un cubano, de un dominicano—,
cuando me ocurre lo que me ocurría hoy, que muchos me decían: "¡Trujillo
ahora!, ¡Trujillo ahora!, ¡Trujillo ahora!", y me lo decían con tanto
enardecimiento que yo me preguntaba: ¿Serán venezolanos o serán dominicanos?
Pero es imposible que haya tantos dominicanos aquí, estos tienen que ser
venezolanos y están hablando como dominicanos. Cuando todos estamos pensando
igual, cuando todos estamos sufriendo igual, cuando todos estamos aspirando a
lo mismo, cuando no nos diferenciamos en nada, cuando somos absolutamente
iguales, ¿no parece sencillamente absurdo que unos se llamen cubanos y otros se
llamen venezolanos y parezcamos extranjeros unos ante otros, nosotros que somos
hermanos, nosotros que nos entendemos bien?
¿Y quiénes deben ser
los propugnadores de esa idea? Los venezolanos, porque los venezolanos la
lanzaron al continente americano, porque Bolívar es hijo de Venezuela y Bolívar
es el padre de la idea de la unión de los pueblos de América.
Los hijos de Bolívar
tienen que ser los primeros seguidores de las ideas de Bolívar. Y que el
sentimiento bolivariano está despierto en Venezuela lo demuestra este hecho,
esta preocupación por las libertades de Cuba, esta extraordinaria preocupación
por Cuba. ¿Qué es eso, sino un sentimiento bolivariano? ¿Qué es eso, sino un
preocuparse por la libertad de los demás pueblos? Y al respaldarnos de esta
forma apoteósica con que han respaldado hoy a la causa de Cuba, ¿qué es eso si
no seguir las ideas de Bolívar? ¿Y por qué no hacer con relación a otros
pueblos lo que se hace con relación a Cuba? ¿Por qué no hacerlo con relación a
Santo Domingo, a Nicaragua y a Paraguay, que son los tres últimos reductos que
le quedan a la tiranía?
Venezuela es el país
más rico de América, Venezuela tiene un pueblo formidable, Venezuela tiene
dirigentes formidables, tanto civiles como militares; Venezuela es la patria de
El Libertador, donde se concibió la idea de la unión de los pueblos de América.
Luego, Venezuela debe ser el país líder de la unión de los pueblos de América;
los cubanos los respaldamos, los cubanos respaldamos a nuestros hermanos de
Venezuela.
He hablado de estas
ideas no porque me mueva ninguna ambición de tipo personal, ni siquiera
ambición de gloria, porque, al fin y al cabo, la ambición de gloria no deja de
ser una vanidad, y como dijo Martí: "Toda la gloria del mundo cabe en un
grano de maíz."
He hablado de estas
ideas no porque me mueva ningún afán de grandeza, difícil es que nadie llegue a
ser grande luchando contra tantos obstáculos. Todos sabemos lo que les ha
ocurrido a los hombres que han planteado estas ideas: los han asesinado más
tarde o más temprano. Así que, por tanto, al venir a hablarle así al pueblo de
Venezuela, lo hago pensando honradamente y hondamente, que si queremos salvar a
la América, que si queremos salvar la libertad de cada una de nuestras
sociedades, que, al fin y al cabo, son parte de una gran sociedad, que es la
sociedad de Latinoamérica; si es que queremos salvar la revolución de Cuba, la
revolución de Venezuela y la revolución de todos los países de nuestro
continente, tenemos que acercarnos y tenemos que respaldarnos sólidamente,
porque solos y divididos fracasamos.
Repito que
los cubanos estaremos al lado de los venezolanos y sabemos que los venezolanos
sabrán cumplir con su deber. Ya tienen un gobierno constitucional producto de
las elecciones libres y de la voluntad del pueblo. Tienen líderes militares,
pero de militares que saben poner por delante, como verdaderos militares, el
sentimiento de su pueblo y de su patria, como Wolfang Larrazábal.
Tienen
líderes civiles como el presidente electo de la república, Rómulo Betancourt;
tienen líderes civiles como los presidentes de los distintos partidos que se
han unido ejemplarmente para defender la constitucionalidad y la libertad
venezolanas; tienen guías, porque si Venezuela no tuviese guías inteligentes,
Venezuela no estaría unida como está hoy, Venezuela no tendría una democracia
sólida como la que tiene hoy. Unirse por encima, incluso, de todas las
pasiones, unirse por encima de las antipatías que puedan haber entre unos
partidos u otros partidos.
Yo no he
mencionado nombres para que los critiquen o para que los aplaudan, yo no estoy
con ningún partido en Venezuela, ¡yo estoy con Venezuela! Y Venezuela ha de
estar por encima de todos sus hombres, y Venezuela ha de estar por encima de
todos los partidos.
Alguien me
dijo hoy, con sobrada razón: Mientras estemos unidos, estamos seguros; la
desgracia de Venezuela sería que nos dividiésemos. Venezuela unida, Venezuela
cada vez más madura, Venezuela cada vez más alerta y Venezuela contando con
Cuba, Venezuela con su pueblo, Venezuela con su riqueza, Venezuela con sus
montañas, Venezuela tiene asegurado un formidable y brillante porvenir en
América. Venezuela tiene asegurada su libertad.
Hago votos y
expreso aquí mi más ferviente deseo de que nuestros hermanos venezolanos, los
hermanos que llevaron la libertad a todos los pueblos del continente, y, por lo
tanto, deben ser los primeros acreedores a disfrutar de ella, de una libertad
segura, porque cuando los derechos y las libertades no están seguros, no se
puede decir que haya libertades o que haya derechos, porque cuando hay miedo a
perderlos, no hay libertad ni hay derechos, y de que este país nunca más
vuelvan a ser víctimas de la ambición y de la traición. Expreso mi más
ferviente deseo, en nombre del pueblo de Cuba, de que este pueblo digno de
Venezuela, de que todos sus hombres dignos, civiles o militares, más que
civiles o militares, para que desaparezca esa distinción, ciudadanos armados o
ciudadanos sin armas, hermanos sin castas ni intereses sectarios o de grupos
—repito—, expreso mi más ferviente deseo de que todos los hombres dignos de
Venezuela marchen juntos para asegurar la libertad de Venezuela, para asegurar
los derechos del pueblo venezolano, de manera que la libertad de que disfruten
sea una libertad segura y sin ningún temor a perderla; de modo que los derechos
que disfruten sean derechos seguros y sin ningún peligro de perderlos.
Estoy seguro
de que Venezuela no los perderá. Basta haber visto este pueblo hoy, basta haber
visto este pueblo hoy para ver que un pueblo tan formidable como este, para ver
que un pueblo tan digno como este, difícilmente se deje arrebatar sus derechos.
Es más, estimo que no hay quien se atreva a intentar arrebatarle los derechos
al pueblo de Venezuela. Y algo más: estimo que mucho menos se atrevan a tratar
de arrebatárselos ahora, cuando se ha demostrado que no hay poderes
suficientemente grandes frente a un pueblo decidido a pelear, que no hay arma
lo suficientemente moderna y lo suficientemente poderosa para vencer a un
pueblo que luche por sus derechos, que no hay quien se atreva a intentar
arrebatarle los derechos al pueblo de Venezuela cuando se ha demostrado que es
falso que los pueblos sean impotentes, que es falso que los pueblos sean
capaces de rendirse ahí, peleando con las armas en las manos, y que no hay
ejército en el mundo capaz de mantener oprimido a un pueblo si ese pueblo se
decide a pelear por su libertad, como se decidió el pueblo cubano y como estoy
seguro de que se decidiría en estos instantes el pueblo de Venezuela.
Hermanos de
Venezuela, creo que ya he hablado bastante. Por hoy basta, si de algo pueden
estar seguros es de que he hablado con el corazón, he dejado hablar el
sentimiento; no sé si al dejar hablar libremente mis sentimientos haya
transgredido alguna norma de la que un huésped esté obligado a guardar.
Yo no
pretendo trazarle pautas a este pueblo, porque este pueblo es el que ha trazado
siempre pautas a otros pueblos. Yo no he hecho más que hablarles a ustedes como
les he hablado a mis compatriotas. Llevo en mi mente grabada la imagen de estos
actos. Llevo en mi corazón el impacto de las multitudes que he visto reunirse
allá y acá. Llevo dentro de mí toda esa fe que las multitudes son capaces de
inyectarles a los hombres. He hablado hechos más que palabras, repito aquí,
hechos como los estamos haciendo los cubanos, y las palabras también, cuando
las palabras sean necesarias, como hemos hecho los cubanos, como han hecho los
venezolanos.
Les decía,
para terminar, que no he hecho más que creerme y actuar como quien se siente
entre los suyos. Difícil es imaginarme que he salido de Cuba, porque he visto
aquí lo mismo que he visto en Cuba, el mismo cariño, el mismo entusiasmo. Les
he hablado como les hablo a los cubanos, con la misma confianza, con la misma
sinceridad y con la misma naturalidad.
Me falta
solo decirles a mis hermanos de Venezuela que nunca tendrá Cuba con qué
pagarles este gesto de solidaridad, que nunca tendrá Cuba con qué pagarles este
formidable y grandioso apoyo moral que el pueblo de Venezuela le ha dado hoy, y
que nunca, nunca tendré con qué expresarle al pueblo de Venezuela mi
reconocimiento por el aliento que he recibido aquí.
Me siento
hoy con la fuerza que no me sentía ayer, y si ayer me sentía con entusiasmo, si
me sentía con entusiasmo aun en los momentos más difíciles de esta lucha cuando
no éramos más que un puñado de hombres, si nos sentíamos con fuerza para
enfrentarnos a los intereses poderosos que no quieren que la Revolución Cubana
levante cabeza, porque temen a la Revolución Cubana, sobre todo, por la fuerza
de su ejemplo ante los ojos de los demás pueblos de América, este apoyo que se
le ha dado a aquella nación, que es la que está allá, allá más al norte, la que
está más cerca de esos intereses que la amenazan, la fuerza con que me siento
para seguir adelante sin descanso y sin desmayo, esa fuerza que he recibido hoy
del pueblo de Venezuela, nunca tendré palabras con qué reconocérsela. Y solo
prometo a este pueblo bueno y generoso, al que no le he dado nada y del que los
cubanos lo hemos recibido todo, hacer por otros pueblos lo que ustedes han
hecho por nosotros, y no considerarnos con derecho a descansar en paz mientras
haya un solo hombre de América Latina viviendo bajo el oprobio de la tiranía.
Con el
impacto de la emoción más grande de mi vida, porque fue para mí más emocionante
la entrada en Caracas que la entrada en La Habana, porque aquí lo he recibido
todo de quienes nada han recibido de mí, todos los honores, muy superiores a
los que merezco, y que no he visto como honores a un hombre, sino como honores
a una causa, como honores más que a los que aún estamos en pie combatiendo,
como honores a los bravos combatientes que han caído en estos años de lucha;
con el impacto de la emoción más grande de mi vida, me despido de esta
imponente multitud, de mis hermanos de Venezuela.
Ojalá que si
alguna vez puedan ser expresadas o puedan ser entendidas en todo su hondo
sentido, en nombre del pueblo cubano, en nombre de los principios que estamos
defendiendo, en nombre de aquellos pueblos que esperan la ayuda de ustedes y de
nosotros, desde lo más profundo de mi ser les digo a mis hermanos de Venezuela,
que no han hecho más que darnos sin haber recibido de nosotros nada, ¡muchas
gracias, hermanos de Venezuela; muchas gracias!